Un cuadro de 24 millones en la cocina

El cuadrito estaba colgado en un lugar anodino, en el muro que separaba la cocina americana del salón, bastante cerca de las placas de cocinar. Había pasado de madre a hija a lo largo de tres generaciones sin que ninguna de ellas le tuviera especial cariño ni, por supuesto, se percatara de su valor. Pensaban que se trataba de un simple icono ortodoxo. Pero cuando la actual propietaria, una nonagenaria que acababa de mudarse a una residencia, decidió vender la casa, en la localidad de Compiègne (al norte de París), la familia llamó a una casa de subastas local para que la vaciara. La pintura resultó ser un Cimabue, que acaba de ser subastado por 24 millones de euros.

El Cristo burlado, una pequeña obra de 25,8 x 20,3 centímetros, se ha convertido ya en la pintura primitiva más cara jamás subastada y la séptima entre las pinturas antiguas. Hasta ahora solo se conocían once obras de Cimabue (1271-1302), uno de los grandes pintores de la época prerrenacentista y maestro de Giotto. El cuadrito de Compiègne se ha convertido en la duodécima y sus nuevos propietarios, a pesar del secretismo de la venta, han sido identificados como el matrimonio de millonarios chileno Álvaro Saieh Bendeck y Ana Guzmán Ahnfelt. Su colección de arte antiguo italiano, Alana (contracción de los nombres de sus propietarios), se expone actualmente en el museo Jacquemart-André de París.

La pequeña obra del maestro florentino a punto estuvo, sin embargo, de acabar en un vertedero. La artífice de su descubrimiento fue una comisaria con apenas un año de experiencia en la profesión. La familia había vendido ya la casa y dio a Philomène Wolf una semana para hacer un peritaje de lo que había dentro. «Tuve que hacer un hueco en la agenda porque si no todo iría a un basurero», ha relatado a Le Parisien. La comisaria se fijó en la pintura, en su fondo dorado y en la calidad de los trazos, y tuvo un presentimiento. Pensó rápidamente en que podía pertenecer a un primitivo italiano y en que su valor rondaría entre 300.000 y 400.000 euros. La casa de subastas Actéon decidió entonces acudir al gabinete Turquin, en París, conocido por haber identificado el último Caravaggio, un Judith y Holofernes cuyo precio se estimó entre 100 y 150 millones de euros.

Vía Diario de León