Los comuneros de castilla

“En el año 1520, tras el inicio de la Revolución comunera desatada por el desencanto ante el nuevo monarca, la obstinada y audaz defensa de Medina del Campo frente a los imperiales y el posterior incendio de la villa acabaron por encender los ánimos de buena parte de ciudades castellanas hasta entonces indecisas”.

Todo comenzó el 21 de agosto del 1520 en la noche; la próspera villa vallisoletana de Medina del Campo en aquel entonces, una de las villas más ricas y prósperas de toda Europa por sus mercados lanar y vacuno, sufrió uno de sus peores momentos de toda su historia: junto al calor del verano se unió el de unas grandes hogueras que devoraban casas, comercios e iglesias en distintos puntos de la villa.

El voraz incendio fue provocado intencionalmente por el hombre; fue el castigo impuesto por el general de las tropas imperiales Antonio de Fonseca a la villa de Medina del Campo en represalia por su negativa a entregar las piezas de artillería que se guardaban en la localidad, con las cuales pretendía sofocar una rebelión que desde hacía meses se había desatado en Segovia con motivo de la incipiente rebelión comunera.

Peligrosos momentos:
A principios del siglo XVI, Castilla y los reinos que la conformaban, atravesaban una delicada situación social. Expulsión de los judíos, malas cosechas, epidemias… un caos. En este escenario muere en 1516 Fernando el Católico y le sucede su nieto Carlos, hijo de Da. Juana La Loca. Pero no todo era tan fácil. Al morir Isabel La Católica (1504) el gobierno de Castilla queda en manos de Felipe el Hermoso y de Da. Juana, pero en 1506 muere Felipe el Hermoso y ante la presunta

incapacidad de Da. Juana, toma el mando Fernando el Católico rey de Aragón. Este había dejado en su testamento (el primero) como gobernador de Castilla al infante Fernando, hermano de Carlos, quien ese sí, había nacido en España y era bien querido en las Cortes Castellanas.

Este detalle preocupaba en la Corte de Bruselas donde estaba Carlos pues él era el primogénito pero había nacido en Flandes y no hablaba nada en español. Finalmente, el Católico cambia el testamento en favor de Carlos, y mientras éste llegaba a España queda como regente el Cardenal Cisneros, fraile franciscano de fuerte carácter.

Carlos llega en septiembre de 1517 a España cuando poco tiempo antes había muerto también Cisneros. Castilla y Aragón le juran lealtad no sin que los castellanos le hicieran sentir su enojo por el trato de favor del nuevo rey a sus consejeros flamencos, y por haber enviado “exiliado” a su hermano Fernando a Flandes.

Pero la gota que derramó el vaso fue cuando en 1520 muere el emperador Maximiliano I y Carlos –su nieto por línea paterna- convoca Cortes en Santiago de Compostela para recaudar dinero y con él sufragar gastos de coronación imperial en Alemania. Se va a Alemania y deja como regente al Cardenal Adriano, futuro Papa Adriano VI, quien al no ser español indigna a los castellanos por este acto de confianza en un extranjero. Esta fue la chispa de los primeros incidentes convirtiéndose en la Guerra de las Comunidades de Castilla.

Toledo fue la primera en rebelarse contra el rey, pero en Segovia fueron los brotes más violentos. Adriano ordena a Rodrigo Ronquillo, alcalde de Zamora que acallara la sublevación segoviana. Las fuerzas comuneras de Toledo y Madrid al frente de Padilla y Juan Zapata se dirigen a Segovia para ayudad a los sublevados. Es cuando Ronquillo y Antonio Fonseca, generales “imperialistas” se dirigen a Medina del Campo a solicitar la artillería que allí se guardaba pero no se las entregaron. El pueblo de Medina se negó, (no sus autoridades que sí habían aceptado), porque sabían que tal armamento era para atacar a sus “hermanos” segovianos, asiduos asistentes a sus ferias cada año. Por vía de mientras, los medinenses les habían quitado las ruedas a los cañones para complicar su traslado. Ante tanta oposición popular el general Fonseca decidió poner un escarmiento: incendiar la villa por varios puntos. Imagen dantesca. Casas, mercados, comercios e iglesias ardían por doquier. Los historiadores dan una cantidad conservadora: de 300 a 400 casas fueron calcinadas, telas, paños y otros bienes guardados en diferentes almacenes fueron totalmente consumidos por las llamas. Nunca más Medina del Campo volvió a florecer comercialmente como hasta entonces.

Las cenizas de tantas casas fue el detonante que necesitaban las ciudades indecisas para sumarse al movimiento comunero. El traicionero incendio provocó la indignación de las distintas ciudades de Castilla y del Reino de León. Segovia, Toledo, Ávila, Burgos, Valladolid, Guadalajara, Zamora, Palencia y León fueron las principales ciudades Comuneras que se levantaron en armas contra el nuevo rey.

En León, Núñez de Guzmán, un noble leonés de la familia de los Guzmanes, tomó parte muy activa en esta guerra. Era Conde de las tierras del Porma (Lillo, Vegamián, Boñar, Vegas del Condado etc.); también era Señor de Toral (Toral de los Guzmanes) casado con Da. Ma. Juana Quiñones, tía de su enemigo más destacado: el 3er. Conde de Luna, partidario este del Emperador. Pone a sus hombres bajo las órdenes de Juan de Padilla. Vencidos los Comuneros, Núñez de Guzmán huye a Portugal dejando en León a su esposa, al fin tía del conde de Luna, defendiendo su patrimonio de la requisa ordenada por el Emperador, e impidiendo el saqueo de los bienes de su esposo. Aunque fue condenado a muerte junto con los jefes comuneros, al final obtuvo el perdón del emperador merced de parentesco de su esposa con los condes de Luna. Era hombre muy instruido Núñez de Guzmán, preocupado por las ciencias y las letras de su patria leonesa.

A la muerte de Carlos V en 1558 , D. Juan de Guzmán, hijo del comunero y obispo de Calaborra, ordena el derribo total

del antiguo palacio de sus mayores para construir el que hoy día ocupa la Diputación Provincial, aunque para los leoneses siempre será “El Palacio de los Guzmanes”.

Volvamos a los Comuneros: las ciudades enardecidas por el incendio de Medina, se aliaron y formaron “Las Cortes y Junta General del reino”. Por supuesto condenaron a los causantes del incendio pero ya habían huido a Portugal… sin embargo nunca recibieron el castigo pues con la victoria imperial y el fin de la Guerra de las Comunidades, su causa se archivó y nunca recibieron su castigo.

Lo que siempre permaneció en la memoria fue el noble y solidario gesto de los medinenses hacia los segovianos.

Días después del incendio de Medina, Padilla entra con sus fuerzas en la villa y se hace con la artillería que había sido negada a los imperiales. Se dirige a Tordesillas para entrevistarse con Da. Juana La Loca, madre del rey en busca de su apoyo. Las Cortes y la Junta buscaba devolverle el reino a Da. Juana y recuperar la estabilidad del mismo. Con gran acierto el cardenal Adriano logra atraerse a los nobles. A su vez la Reina Juana se negó a apoyar la rebelión Comunera contra su hijo. Tras varios intentos infructuosos de negociación entre los jefes Comuneros y los imperialistas, se encuentran ambos ejércitos, en Tordesillas (1520) con derrota de los Comuneros.

Aun con el fracaso, las fuerzas comuneras se reorganizaron en Valladolid, aunque ya había en su seno ciertas diferencias con un bando que proponía una salida pacífica al conflicto. Pese a todo su entusiasmo creció con la toma de Torrelobatón. Pero su optimismo no alcanzó su buen fin.

El 24 de abril de 1521, se vuelven a enfrentar en Villalar y la derrota fue total para la causa comunera.

Sus jefes Padilla, Bravo y Maldonado fueron ejecutados ese mismo día.

La derrota marcó el comienzo del fin de la revolución comunera y la legitimidad del poder real. Poder real que puso a España como primera potencia y a Carlos I de España y V de Alemania como dueño y árbito de casi toda Europa; y que durante su reinado se lograron las conquistas más inverosímiles en el Continente Americano.