La historia tiene muchas lecturas. Rogelio Blanco ha repasado la de León, desde los primeros asentamientos humanos hasta la actualidad, para desenmascarar esa mezcla entre fatalismo y conspiración que desde tiempos milenarios ha tratado de ‘asfixiar’ a esta tierra sorprendente, en la esquina de Europa. La pandemia también se confabuló contra su último libro, que ahora ya está en la calle, Tierra de libertades. Otra historia de León y su Viejo Reino (Editorial Eolas). Este cepedano natural de Morriondo, determinante para que la Unesco reconociera oficialmente las Cortes Leonesas de 1188 —los famosos Decreta— como las primeras del mundo en incorporar al pueblo llano, el origen del parlamentarismo, deja claro que él no es historiador.
Pedagogo, escritor y exdirector general del Libro, su nuevo ensayo no es una exaltación nacionalista. Nada más lejos. El autor desentraña el pasado para averiguar qué nos trajo hasta aquí y bucea en personajes que creyeron necesaria la libertad para sí y para los demás. La intención es que el libro sea una herramienta para hacernos repensar el presente y preparar el futuro.
Asegura Blanco que «los dominadores de la historia han procurado desterrar a los heterodoxos a los herejes y a los utópicos».
Cuando decidió presentar la documentación de los Decreta para ser declarados Patrimonio Mundial, recuerda que muchos se rieron y otros mostraron su incredulidad. «Tenía claro que era difícil combatir la Carta Magna de los ingleses», dice. Seguramente a las altas instancias de la Unesco les sorprendió que un país como España, caracterizado por las asonadas, reivindicara ser el primero en abrazar ‘la democracia’. Pero recuerda Blanco que las peores críticas le llovieron aquí. Inmediatamente, otras regiones defendieron haberse anticipado a León o intentaron desacreditar a Alfonso IX porque tenía 19 años cuando convocó aquellas Cortes y «se vio forzado», dijeron.
«Ese tratamiento de descrédito hacia León me motivó a escribir este libro», confiesa. El escritor reconstruye la historia del Viejo Reino para demostrar que aquellas Cortes de 1188 no fueron una excepción, sino que León siempre ha sido «la tierra de las libertades». Algo que ha pagado muy caro.
Defiende Rogelio Blanco que no fue una casualidad que se convocaron aquellas Cortes. Ya estaba impreso en el ADN de los leoneses la lucha por la libertad, desde las asambleas de los astures, pasando por los concejos y los fueros.
Registrando archivos monacales descubrió una ingente cantidad de micropleitos, lo que significa que el pueblo llano, los humildes, se enfrentaban a los nobles. «Esto solo sucede en el Reino de León y en ningún otro lugar de Europa». «Mientras en Castilla, un reino que solo duró 80 años, imperaba el feudalismo, en el Reino de León, con 510 años de historia —desde don Pelayo— no había pecheros (siervos sujetos a impuestos), sino foreros, sujetos a fueros». «Aquí el pueblo sabía que podía pleitear contra el abuso», explica.
Blanco reivindica que León fue uno de los reinos más importantes de Europa. «En la Edad Media está el germen de lo que es la actual Europa y León tuvo una importancia crucial».
El feudalismo en Península seguía el modelo europeo duro, mientras que en esta parte del noroeste había límites al poder de los señores.
El autor de Tierra de libertades afirma que, sin embargo, «siempre ha habido una voluntad de destruir el Reino de León y propiciar el de Castilla».
Alfonso IX fue un rey incómodo. Se negó a participar en las campañas contra los árabes, no estuvo en las Navas de Tolosa y fue excomulgado tres veces. Le anularon sus matrimonios con Teresa de Portugal y Berenguela de Castilla por consanguinidad, cuando todos los reyes se casaban entre primos. El papado fue más lejos: procedió a conceder las mismas gracias a aquellos que lucharan contra el Reino de León que las que recibían los que participaban en las Cruzadas, alentando al restos de los reinos a combatir y saquear a los ‘infieles’ leoneses.
Blanco explica en su ensayo que a pesar de que León ha sido un caladero de riqueza, con materias primas como la minería, no ha habido elementos transformadores y las inversiones se han ido fuera. El ahorro leonés no ha tenido tampoco retorno. La mayor parte de los universitarios, es decir, los menos acomodados y los más preparados, han tenido que dejar León.
El escritor se pregunta por qué esta tierra que ha sido un contribuyente mundial a uno de los sistemas que más desarrollo han dado a la Humanidad, que es la democracia, ha sido relegada. «Tampoco a León, quien más lecciones de democracia ha dado en la historia, le dejaron opinar sobre la autonomía». Blanco desentraña a través de la historia cómo hemos llegado a este presente «herido»
Vía Diario de León